A la persona que sufre le cuesta investir. Vivir es arriesgar. Pero el sufriente siente que no puede arriesgar lo poquito que tiene. Incluso, atemorizado, recurre a desinvestir: retira la libido de los objetos, el entusiasmo, el interés. De los otros y de la realidad parecen venir solo afrentas. La indiferencia se convierte en escudo.
La tristeza es un sentimiento tan fundamental como la alegría. En la alegría nos sentimos plenos; en la tristeza hay una pérdida de la vitalidad. Pero desdicha no implica siempre depresión, son distintas.
La depresión implica una disminución de la autoestima y la tristeza no. La autoestima es el mejor indicador. Apunta a un valor del Yo.
En las depresiones esa angustia es avasallante, paralizante. En las depresiones dos elementos nunca faltan: una pérdida y la consecuente herida narcisista. El trabajo del duelo se traba.
Una manifestación del sufrimiento es el aburrimiento. El aburrido tiene pocas reservas psíquicas.
Nicolas Wright